Francisco González Bocanegra – Historia y Semblanza

Francisco González Bocanegra – Historia y Semblanza

Francisco González Bocanegra, hijo de Don Cecilio Pascual quien fue militar y de María Francisca Bocanegra Villalpando, nació en el estado de San Luis Potosí, México, el ocho de enero de mil ochocientos veinticuatro. Fue un poeta lírico, crítico teatral, dramaturgo, orador y articulista, autor del Himno Nacional Mexicano y fue fundador del Liceo de Hidalgo.

En mil ochocientos veintisiete, la familia fue desterrada a España debido a que Don Cecilio era de origen español. Permanecieron en la ciudad de Valencia, España hasta el año de mil novecientos treinta y seis regresaron a San Luís Potosí, después de que España reconociera por fin la independencia de México. Después de volver a su lugar de origen, el joven Francisco Bocanegra se dedicó al comercio junto con su padre.

En el año de mil ochocientos cuarenta y seis pasó de vivir en San Luis Potosí a vivir en la Ciudad de México en donde comenzó a visitar constantemente lugares donde pudo encontrar textos literarios de algunos poetas destacables, literatos y periodistas. Debido a que rápidamente despertó su gusto por la literatura, decidió dejar el comercio y comenzó a dedicarle tiempo a actividades con las que podía interactuar más con la literatura. Se desempeñó en distintos cargos como el de administrador general de caminos, censor de teatro y editor del Diario Oficial del Supremo Gobierno. También comenzó a publicar sus propios poemas y convirtió en un miembro de la Academia de Letrán.

Fue fundador de la Escuela Hidalgo y en mil ochocientos cincuenta se volvió el presidente de dicha institución.

Su mayor obra

En mil ochocientos cincuenta y tres, Antonio López de Santa Anna, quien era presidente de México en ese momento, organizó un concurso para componer el Himno Nacional Mexicano.

En un principio, Francisco no se sentía motivado como para poder escribir algo para el concurso y no lograba escribir ni un párrafo. Un día mientras estaba en su casa con su prima Guadalupe González del Pino y Villalpando, quien también era su prometida, Francisco fue encerrado por ella en un cuarto en el que solo había un lápiz, hojas de papel y un escritorio. Ella le dijo con mucha firmeza que no lo dejaría salir hasta que el pudiera escribir un poema completo. Solo eso necesitó Bocanegra para sentirse inspirado y motivado. Aproximadamente, después de cuatro cortas horas, Bocanegra logró escribir el poema completo al que llamó “Mexicanos al Grito de Guerra”. Una vez que lo terminó, deslizó la hoja bajo la puerta y su novia le permitió salir.

Sin dudar, Bocanegra se dirigió al lugar correspondiente para poder entregar el poema debido a que la fecha límite estaba a punto de llegar.

Después de entregar su poema, este fue analizado y escogido por unanimidad por los jueces del concurso. Los mismos jueces escogieron a la obra musical “Dios y Libertad” para que fuera compañera de la letra escrita por Francisco y la canción completa se llamó “Himno Nacional Mexicano”.

La versión completa de dicho poema contaba con ochenta y cuatro versos decasílabos, pero actualmente, la versión utilizada solamente cuenta con cuatro estrofas antecedidas de un coro. Las estrofas dos, tres, cuatro, siete, ocho y nueve, las cuales son de las estrofas originales, dejaron de tomarse en cuenta.

El siguiente escrito es la letra del poema “Mexicanos al Grito de Guerra”

Himno nacional Mexicano

Volemos al combate, a la venganza,
y el que niegue su pecho a la esperanza,
hunda en el polvo su cobarde frente.
Coro

Mexicanos, al grito de guerra
El acero aprestad y el bridón,
Y retiemble en sus centros la tierra
Al sonoro rugir del cañón.

I

Ciña ¡Oh Patria! tus sienes de oliva
de la paz el arcángel divino,
que en el cielo tu eterno destino
por el dedo de Dios se escribió.
Mas si osare un extraño enemigo
profanar con su planta tu suelo,
piensa ¡Oh Patria querida! que el cielo
un soldado en cada hijo te dio.

II

En sangrientos combates los viste
por tu amor palpitando sus senos,
arrostrar la metralla serenos,
y la muerte o la gloria buscar.
Si el recuerdo de antiguas hazañas,
de tus hijos inflama la mente,
los laureles del triunfo, tu frente,
volverán inmortales a ornar.

III

Como al golpe del rayo la encina
se derrumba hasta el hondo torrente
la discordia vencida, impotente,
a los pies del arcángel cayó.
Ya no más de tus hijos la sangre
se derrame en contienda de hermanos;
solo encuentre el acero en tus manos
quien tu nombre sagrado insultó.

IV

Del guerrero inmortal de Zempoala
Te defiende la espada terrible,
Y sostiene su brazo invencible
tu sagrado pendón tricolor.
Él será del feliz mexicano
en la paz y en la guerra el caudillo,
porque el supo sus armas de brillo
circundar en los campos de honor.

V

¡Guerra, guerra sin tregua al que intente
de la patria manchar los blasones!
¡guerra, guerra! los patrios pendones
en las olas de sangre empapad.
¡Guerra, guerra! en el monte, en el valle,
los cañones horrísonos truenen
y los ecos sonoros resuenen
con las voces de ¡Unión! ¡Libertad!

VI

Antes, Patria, que inermes tus hijos
bajo el yugo su cuello dobleguen,
tus campiñas con sangre se rieguen,
sobre sangre se estampe su pie.
Y tus templos, palacios y torres
se derrumben con hórrido estruendo,
y sus ruinas existan diciendo:
de mil héroes la patria aquí fue.

VII

Si a la lid contra hueste enemiga
nos convoca la tropa guerrera,
de Iturbide la sacra bandera
¡Mexicanos! valientes seguid.
Y a los fieros bridones les sirvan
las vencidas enseñas de alfombra:
los laureles del triunfo den sombra
a la frente del bravo adalid.

VIII

Vuelva altivo a los patrios hogares
el guerrero a contar su victoria,
ostentando las palmas de gloria
que supiera en la lid conquistar.
Tornáranse sus lauros sangrientos
en guirnaldas de mirtos y rosas,
que el amor de las hijas y esposas
también sabe a los bravos premiar.

IX

Y el que al golpe de ardiente metralla
de la Patria en las aras sucumba
obtendrá en recompensa una tumba
donde brille de gloria la luz.
Y de Iguala la enseña querida
a su espada sangrienta enlazada,
de laurel inmortal coronada,
formará de su fosa la cruz.

X

¡Patria! ¡Patria! tus hijos te juran
exhalar en tus aras su aliento,
si el clarín con su bélico acento
los convoca a lidiar con valor.
¡Para ti las guirnaldas de oliva;
¡un recuerdo para ellos de gloria!
¡un laurel para ti de victoria;
¡un sepulcro para ellos de honor!

La vida de Francisco González Bocanegra después de escribir el Himno Nacional

En el año de mil ochocientos cincuenta y cuatro, Francisco González Bocanegra se unió en matrimonio con su prima, Guadalupe González del Pino y Villalpando. Juntos tuvieron cuatro hijas: Elisa, Guadalupe, Ángela y María de la Luz.

Trabajó como un empleado público hasta el año de mil ochocientos sesenta y uno debido a que fue perseguido por los que eran enemigos de la administración. Bocanegra se vio en la necesidad de refugiarse en la casa de un amigo en donde tuvo que pasar su tiempo solo, lejos de su familia.

Finalmente, debido a las condiciones en las que el vivía, Francisco González Bocanegra enfermo de tifoidea y murió en la Ciudad de México el once de abril de mil ochocientos sesenta y uno.

Sus restos fueron sepultados en el Panteón de San Fernando, luego, en mil novecientos treinta y dos fueron movidos a la Rotonda de los Hombres Ilustres. Para el año de mil novecientos cuarenta y dos, volvió a ser removido para ser sepultado junto al compositor Jaime Nunó.

Algunas publicaciones que también hizo Francisco Gonzáles Bocanegra

Aparte de escribir el himno nacional, Francisco González Bocanegra también tuvo la oportunidad de hacer otras publicaciones, estas también le permitieron escalar en el mundo de la fama de los poetas.

Los nombres de las demás publicaciones de Francisco González Bocanegra son las siguientes:

  • Francisco de Paula Gonzáles Bocanegra: su vida y su obra.
  • Flores del corazón.
  • Vasco Núñez de Balboa.
  • Faltas y expiación.
  • Censura de teatros, México, 1855.

El siguiente es un ejemplo de la literatura escrita por Francisco González Bocanegra:

Flores del corazón

¡Siempre mis ojos húmedos del llanto
Que arranca al corazón el desconsuelo!
¡Un eco siempre de mortal quebranto,
Siempre un gemido de dolor y duelo!

Grito es que lanza el corazón herido
Por la mano cruel de los dolores;
Llanto que sin cesar ha humedecido
De mi esperanza las marchitas flores.

¡Flores del corazón! ¡flores queridas!
Aquí en mi pecho con amor guardadas,
Con el amor de una mujer nacidas,
Y con su amor también alimentadas!

¿En dónde estáis que no os encuentro? ¿en dónde?
No fueron ¡ay! mis ilusiones ciertas,
Y acá en mi pecho á mi clamor responde
Una voz que me dice que estáis muertas.

¿No os volverá de nuevo á la existencia
El abundante lloro que derramó?
¿No creeréis de nuevo á la influencia
De la mujer que en mis delirios amo?

Como flores del valle que galanas
Se abren bebiendo gotas de rocío,
¡Flores del corazón! así lozanas,
Creced vosotras con el llanto mío:

Que me embriague de nuevo vuestro aroma,
Que contemple otra vez vuestros colores,
Y cual canta en el valle la paloma,
Os cantaré también, ¡benditas flores!

Que mi lira con lágrimas regada
Recobre por vosotras su armonía;
Y el alma á sus delirios entregada,
Torne á gozar, como gozar solía

Como único consuelo á mi tormento
Yo he cantado mis íntimos pesares;
Y alivio á mi dolor con triste acento,
Pedí llorando al pie de los altares.

Mis cantos son la postrimera ofrenda
Que he consagrado á la mujer que adoro;
Ellas han sido de mi amor la prenda,
Prenda regada con mi amargo lloro.

Yo he vagado á merced de mi destino
Abandonado y triste por el mundo,
Y no he encontrado en mi infeliz camino
Quien comprendiera mi dolor profundo.

Y era á mi pecho bálsamo suave
Gemir, cantar mis íntimos dolores,
Como en el bosque solitaria el ave
Llora al perder sus cándidos amores.

Si en mis eternas horas de martirio
He cantado, mi Elisa, nuestra historia,
Es que siempre acompaña á mi delirio
De nuestro amor perdido la memoria.

He querido, mi bien, que mis acentos,
Que en el espacio azul se habrán perdido,
Fueran llevados por los raudos vientos
A resonar como antes en tu oído.

Imaginaba la ardorosa mente
Que al escuchar mi cantiga sencilla,
Una lágrima acaso tristemente
Rodara por la cándida mejilla.

Ella hubiera aliviado mis dolores,
Y al realizarse mi ilusión querida,
Del corazón las agotadas flores
Hubieran vuelto á recibir la vida.

A ti sola dijera mis pesares
Si te tuviera a ti, dulce amor mío;
Y tú sola escucharas los cantares
Que sin cesar en mi dolor te envío.

Te dijera en secreto mis amores
Sin más testigo de mi amor que el cielo,
Y al confiarte mis íntimos dolores,
Te pidiera en secreto mi consuelo.

Y unidas nuestras almas por los lazos
Que no pudiera desatar la suerte,
Me sorprendiera alegre entre tus brazos
Amor soñando la temida muerte.

Atrevida la mente ora se lanza
En pos de una ilusión; la ve risueña
Cual un tiempo brillar en lontananza…
¡Cual un tiempo también la mente sueña!

Tras densa nube mi ilusión se esconde,
Do quier la busca mi mirada incierta,
Y una voz si la llamo me responde:
“Esta la flor de tu esperanza muerta.”

Entonces el corazón lanza un gemido,
Vuelvo a pulsar mi desacorde lira,
Y al compás de su acento dolorido
De nuevo el alma de dolor suspira:

Y sin tener á quien confiar mis penas,
Elisa, á ti mis cántigas envío;
A ti, mi bien, que en horas más serenas
Sensible fuistes al acento mío.

Si llegaren á ti, si se estremece
Al escucharlas con recuerdos tu alma,
Piensa que al pecho que por ti padece
Solo tu amor le volverá la calma.

Mas de mi lira romperé las cuerdas
Si su vibrar tristísimo te enoja,
Cual destrozaste, Elisa, ¿lo recuerdas?
La flor del corazón, hoja por hoja.

Pronto cual ella acabará mi vida;
No quiero, no, que ante mi tumba llores;
Pero al verme espirar, compadecida

Vuélveme al pobre corazón sus flores.

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Publicado en Cultura | MéxicoEtiquetado Emblema nacional, | Identidad, | Música, | Nacionalismo,

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